Estrés

En esta noche a vísperas de mi primer examen final de tercero de carrera, no puedo evitar pensar en el verano. El verano que tan cerca tengo y que casi puedo sentir. El verano pasado, sin poder ni querer evitarlo, viene fugaz a mi cabeza. La música italiana que por aquel entonces tenía entre ceja y ceja, mis largos paseos por la playa, con el atardecer rosado pisándome los talones. La brisa, incondicional, revolviendo mi cabello negro sin piedad. Despejando mi cara y mi mente, sin dudas, sin preocupaciones. Ahora estoy enganchada a la música francesa, mis uñas son roídas por el incansable miedo al suspenso, las ojeras se acomodan en mi cara. Con los exámenes a la vuelta de la esquina, jaquecas a deshora y unas terribles ansias de playa, me enfrento a un mes lleno de preocupación, estrés y agobio. Sin olvidar unas cuantas tiritas para mis pobres uñas. Menos mal que aún conservo el recuerdo de aquel atardecer.


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