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Mostrando entradas de octubre, 2016

La verdad

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Pronto se encontró con la verdad en las narices. No sabía cómo había estado tan ciega, y a pesar de sus intentos por eludirla, al final le explotó en la cara. No podía ignorarlo más.  Era un conjunto, un todo. No era solo cosa de dos días, sus sospechas se habían corroborado . No era algo superficial o un maldito capricho. Estaba segura de que los indicios eran claros. Pudo darse cuenta, era casi de película. Aterrador, porque aquello era verdad. Puede que fueran esas manos, o quizá solo su forma de hablar lo que había hecho que se enganchara. Igual eran esos ojos con oscuros secretos. Puede que hubiera sido su forma natural y sencilla de tratar a todo el mundo o igual esa desquiciante sonrisa .  O no, simplemente había sido ese perfeccionismo innato, esa facilidad para hacer cualquier cosa lo que le había hecho sospechar de él. Había algo terrible escondido detrás de esa impresionante apariencia impoluta. Sí, se dio cuenta de su amabilidad, de sus impecables modales ingle

Mañana

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Y con la promesa de un mañana, la dejé partir. Esperando, casi rogando en secreto que ese mañana no fuera solo una muestra de cortesía. O una ilusa intención.  O una mentira apaciguadora. Porque en realidad yo la quería. Como el blanco quiere al negro. La noche al día. El bien al mal. Casi como una necesidad oculta. Yo la quería. Pero no se lo demostré. ¡Maldita sea! Porque creía que volvería. Pero jamás lo hizo. Se despidió de mí como de uno más... agitando frenéticamente su mano, como una niña pequeña, con su vitalidad y su ingenuidad. Y me dejó ahí plantado, con una sonrisa de tonto, estúpido e incrédulo, tal y como lo describen mis amigos. Bueno, concretamente dicen que tenía cara de gilipollas. Pero no puedo atestiguarlo. Yo no pude verme.  Solo la veía a ella; radiante, esplendorosa. Con un vestido naranja... o salmón como lo llamaba ella. Diciéndome, diciéndonos pero diciéndome, que volvería pronto. Y como tontos la creímos, la creí. Con la canción de Gianluca que ella me

Qué importa

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Tengo frío. El viento consigue colarse por mi cuello, levanta mi vestido, me estropea el peinado. El que había pensado para ti, todo mi look a la mierda. Dos malditas horas probándome ropa para nada. Pero eso es lo de menos, él ni siquiera se ha fijado en mí. No se ha percatado de que es el vestido que llevaba el día en que empezamos. No se ha fijado en que llevo el recogido que le gusta a él. No sabe que este maquillaje resalta mi color de ojos. Todo eso no ha servido para detenerle. Su idea de dejarme es firme. No soy yo, desde luego. Ya me lo ha repetido cien veces. Y aunque no lo diga es evidente... si no soy yo, es que hay otra. Ya no me mira, ya no me ve. Y qué importa eso. Ya nada importa. Hay otra.

¿Qué más puedo pedir?

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Una vida con comodidades cubiertas, un marido en casa, obediente. Unos hijos que me adoran, un trabajo satisfactorio y estable. El confort se mire por donde se mire. Estabilidad económica, sentimental, y física. ¿Qué más puedo pedir? Quiero sentir el riesgo, la adrenalina, el deseo de lo prohibido. La emocionante sensación de tener un secreto, para mí. Algo que haga más emocionante mi vida. Comprobar que sigo siendo una mujer deseable. Pues nada, un amante. Necesito un amante.

Una mano negra

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Se extiende por encima de mi cabeza, me tapa la luz y me deja sin respiración. Siento que me asfixio, aunque nadie me toca. Veo mi vida en blanco y negro, no tengo ilusión, mi inocencia se ha marchado. No puedo moverme. Sin poderlo remediar, pierdo la inspiración. Y tampoco lo evito.