Entre los dos

Reapareciste años más tarde —según dijiste— para comprobar si era feliz. Tus intenciones parecían buenas, y lo eran.

Con el tiempo tus ojos me decían más cosas. Me hablaban de recuerdos, besos sedientos, piernas que tiemblan. ¿Eran solo recuerdos? Después de tantos años de repente me sentía sola, en realidad, lo estaba. Pero también me vi entera, satisfecha, serena.

Me di cuenta de que habíamos vivido, por separado, historias incompletas. Fracasos en serie, esperanzas frustradas en amores insanos, caducos. Tú disfrutabas de tu predicción, sabiéndote ganador, supongo. Como un simple espectador, no uno cualquiera, el que contempla su obra: tan alejada de tu recuerdo como tan viva seguía su huella.

Algo desconocido para mí te había hecho volver, nunca sabré qué fue. Quizás ese cosquilleo, esa inevitable curiosidad de saber cómo les va a las personas que significaron algo importante. Como si tuvieras derecho a mirar, sin riesgo, por esa ventana indiscreta abierta al pasado.

Fuera lo que fuese, hiciste bien, aunque hubo riesgo. No eran solo recuerdos.

Ahora tus ojos me hablan con temor y expectación. Volvemos a mirarnos como antes y ahora, más que nunca, parece inevitable lo que se está creando entre los dos.

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